sábado, 17 de marzo de 2012

Un año más.

Diecisiete de marzo de dos mil cuatro.

César Laínez, Delio Toledo, Luis Carlos Cuartero, Álvaro Maior, Gaby Milito, José María Movilla, Leo Ponzio, Savio Bortolini, Rubén Gracia “Cani”, David Villa y Dani García.

Estado Olímpico de Montjuic, Barcelona.

David Generelo, Juan Castaño “Juanele”, y como no, el héroe, Luciano Martín GALLETTI.

Catorce hombres, veinte mil zaragocistas y un mismo sueño, la sexta.
Era una nueva final en la dilatada historia del Real Zaragoza, pero no era cualquiera. Nos enfrentábamos ante el Madrid de los galácticos que salió con todo:
César Sánchez, Salgado, Helguera, Raúl Bravo, Roberto Carlos, Zidane, Beckham, Guti, Figo, Solari y Raúl.

Ese día comenzó soñando, y todavía hoy no queremos despertar, ni bajar de esa montaña mágica que es Montjuic.
Hubo un hombre en especial, que no nos hizo soñar, no nos hizo tocar el cielo con la punta de los dedos… Nos hizo vivir uno de los días más maravillosos en la larga historia de este club, nos hizo alcanzar la gloria de un zarpazo, como el león que llevaba entonces en su pecho y aún hoy siente en su corazón, allá por el minuto 112 de partido, en aquella prorroga que se antojo interminable… Montjuic estalló, y ya sólo se pudo oír el cántico de esos 20000 zaragocistas y de los que no pudimos estar con ellos. “Campeones, campeones…”

No sólo fue especial para los aficionados, grandísimos jugadores siguen recordando ese día, y con ese brillo en los ojos, característico de los que han vivido algo muy grande, recuerdan que ellos tampoco se olvidan:
Gaby Milito: “Teníamos un buen equipo y logramos una hazaña, aunque en Liga sufrimos muchísimo hasta el final. Pasa el tiempo y dirías que son recuerdos de dos temporadas diferentes. Sin embargo, pertenecen a la misma: a esa campaña tan intensa e inolvidable”.
Esto comentaba un jugador, que en el verano anterior había sido descartado por el mismo Real Madrid por unos problemas en su rodilla… Resulto ser, que los problemas se los causó Milito al Madrid en aquella noche mágica.

Pero esta final comenzó a cuajarse mucho antes, un ocho de octubre, contra el ahora “histórico” Mirandés. Con empate a uno en el marcador en el minuto 90, Laínez detiene un penalti y en ese mismo contraataque, conduce Galletti y el Mirandés se mete gol en propia. La historia comenzaba a escribirse tal y como acabó, siendo mágica.
El ya excapitán del Real Zaragoza, Leo Ponzio comentaba que “Ese año teníamos la mística que en mi país posee Boca Juniors, que pasa las primeras eliminatorias con grandes apuros y luego no hay quien lo saque”.
Según Cani “a partir de octavos o cuartos, éramos una mala noticia incluso para los grandes, porque sabían que el Zaragoza gana copas”.
En esta copa también eliminamos al Barcelona, no podíamos ir a la final con miedo, hicimos todo con la fe y la garra necesaria para lograr la machada.

El Real Madrid era el favorito, no había dudas. Alfredo Relaño, director de As, analizó el momento con claridad y comentó entre otras cosas: “Puede decirse que el Madrid nunca viajó tan confiado a un partido. Era el Madrid Galáctico en toda su gloria, más galáctico que nunca, porque ese año, a Figo, Zidane y Ronaldo se había sumado Beckham. Además estaba Roberto Carlos, y Raúl. Y Casillas que aunque no jugó ya se confirmaba como un portero de época. En Madrid nadie dudaba que era año de tres títulos. Iba escapado en la Liga, marchaba viento en popa en la Champions y en la Copa se había plantado en la final, ante el Zaragoza. Equipo de tradición copera, sí, pero ¿Quién iba a discutirle al irresistible Madrid de esos días el derecho a ganarle a quien fuera y donde fuera?”
“Se jugó un miércoles. El Zaragoza se plantó allí el domingo y se entrenó afanosamente a las órdenes de Víctor Muñoz que no dejó nada al azar. Incluso ensayó con diez jugadores varias situaciones, por si había una expulsión… La realidad premiaría su previsión. El Madrid llegó en la víspera, tarde. Ni un entrenamiento, ni siquiera pisar el campo en la vigilia de la batalla. Recuerdo que Pedro Pablo San Martín me dijo: ‘A una final no se puede ir así’. Pero para el Madrid se trataba de un viaje para cobrar un billete premiado de lotería. Nada más.”
Y nosotros fuimos a sufrirla, a disfrutarla… Porque al fin y al cabo, las finales no se juegan, las finales se ganan.
Laínez comentaba lo que desde el hotel veían que “había un río de gente impresionante. Únicamente se veían camisetas y colores del Zaragoza y de Aragón. Te asomabas a la ventana y parecía que la Romareda celebraba un gol. Nos dieron una energía impresionante. Esa unión nos hizo imbatibles”.

Relaño continúa relatando el partido, ya en la prorroga, después de que fueran expulsado tanto Cani como Guti, ya éramos “diez contra diez, mano a mano. Y el Zaragoza tiene más aire, más fe, más convicción. El Madrid no puede, no sabe, no esperaba esto. Y en eso, el taponazo sensacional de Galletti, que vale una copa. Zaragoza salta, los madridistas bajan la cara y los brazos. Saben que no hay nada que hacer”.
Después de este partido, el Mónaco elimina al Madrid en cuartos de la Champions y acaba perdiendo los últimos cinco partidos de liga. Ni copa, ni champions, ni liga. Y Relaño continúa, “El agujero que aquel cañonazo de Galletti provocó en el orgulloso barco blanco aún no ha sido reparado siete años más tarde. Sigo al Madrid desde hace muchísimo tiempo y puedo asegurar que aquel fue el único gol encajado en toda su historia del que no ha sabido reponerse”.

Y según lo que estamos viviendo, nosotros tampoco hemos sido capaces de reponernos de ese espectáculo. Estoy segura de que todo zaragocista quisiera vivir una y otra vez en ese día, y no despertar jamás.
Ahora es inevitable no acordarse de Galletti, hoy es su día. Somos incapaces de olvidar su disparo. Porque fue el último que nos ha hecho tocar el cielo y andar sobre las nubes… Ahora, que ya esta retirado y nadie más va a disfrutar de su fútbol, estoy segura que él estará en su casa, en Argentina, recordando paso a paso y detalle a detalle ese partido y ese gol, que sin ninguna duda marcaron una carrera y una historia de un club.
Hoy, aún en nuestra situación, soñamos con volver a vivir algo parecido. Sabemos que tarde o temprano llegará, todo comienza por la marcha de Agapito.
Hoy, ocho años más tarde, aquella niña de diez años que ahora tiene unos pocos más, también recuerda ese partido con nostalgia. Hoy, por los caprichos del destino esa niña que no pudo estar en Montjuic estará hoy en la Romareda, viviendo el partido ante el eterno rival. No llegamos en las condiciones más idóneas, no somos favoritos. Pero como ya comprobamos, no necesitamos serlo para hacer historia. Un año más nos visita Osasuna, y no sabemos cuantos años tendrán que pasar hasta que nos pueda visitar otra vez. Da igual, hoy solo importa una cosa, tener el espíritu de los héroes de Montjuic, coger el toro por los cuernos, y con nuestras pequeñas y pocas cualidades hacer un partido de lo que somos, de grandes. Luchar hasta el final y demostrar a los navarros, que aunque pasen los años y las desgracias, ir a la Romareda será siempre difícil y sinónimo de tener que pelear muy duro hasta el final.

Hoy, ocho años después, espero la vuelta de once jugadores humildes pero muy grandes, que nos vuelvan a hacer soñar con que la séptima es posible. Sé que sucederá, aunque lo tenga que estar contando después de otros ocho años.

Gracias, por hacernos soñar.

1 comentario:

  1. Hola Natalia.
    Te he encontrado por azar, como casi todo en esta vida, en esta noche de insomnio,, y me has hecho rememorar esa victoria, esa felicidad que vivimos todos en Montjuit y en Aragón.
    Felicidades por sentirte zaragocista como yo! Ya me entiendes lo que se siente!
    Saludos
    Narciso

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